Jacinto es el abuelo que todos quisiéramos ser algún día. O al menos eso pienso yo. Noventa primaveras le contemplan. Jacinto no podía perderse ese día. Era un día de boda y la novia era Aitziber, su nieta. Y ahí estuvo todo el día. Al pie del cañón. No perdió la sonrisa ni un instante. Con la misma sonrisa que nos recibió por la mañana nos despidió doce horas después. Se prestó a la entrevista. Cantó y bailó al ritmo de AC/DC con los novios. Repartió besos y abrazos. Se preguntó que es lo qué lleva el vino para ser tan bueno. Junto al agua la mejor bebida según él. Pero siempre por separado. Nos dio una lección de vida a todos. Anochecía ya en el Asador Mutiloa cuando me tocó vivir un momento mágico. Llevábamos una hora de baile cuando Jacinto buscó mi complicidad con la mirada mientras se dejaba llevar por aquella chica. Esa mirada era pura vida. Tenía un brillo especial. Esa mirada me llegó muy adentro. Me hizo pensar en los abuelos. En mis abuelos. En mí de abuelo. Y pensé que quiero ser como él. Como Jacinto. El abuelo Jacinto. ¿Que tendrá que lo hace tan bueno?
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Sonrisas y lágrimas
Sonrisas y lágrimas. El clásico del cine musical de los años 60, protagonizado por Mary Poppins, perdón, por Julie Andrews, nos sirve de título perfecto para hablaros de la boda de Eduardo y Amaia. Y para mostraros este video SDE, realizado ese mismo día durante el banquete en Baluarte. Ceremonia civil en la Casa de Cultura de Artica. Sala de exposiciones a rebosar. Desde luego, el autor de la exposición debe ser una persona feliz hoy. Seguro que nunca imaginó que su exposición sería visitada por tanta gente al mismo tiempo. O tal vez si. Quien sabe. Pero queremos hablaros de la ceremonia. Nunca, y decimos bien, nunca habíamos sentido la mezcla de emociones que vivimos este sábado. Las carcajadas se unían a las lágrimas. Los aplausos a los abrazos. Los chistes a la emotividad. Fue una montaña rusa para las emociones de poco mas de 20 minutos. Las caras de satisfacción de todos y cada uno de los asistentes así lo atestiguaban. Las caras y los corrillos a la salida. La opinión era generalizada. Había sido una ceremonia de sonrisas y lágrimas. Incluso alguien llegó a escuchar al viento silbar Do, Re, Mi…..
Nostalgia
Nostalgia de la infancia. Recuerdos del ayer. Añoranza de tantos momentos vividos. La nostalgia, tan importante, tan vital, tan del día a día para unos y tan denostada por otros. Un texto escrito con el corazón, leído con sentimiento y escuchado con emoción, puede lograr ese nudo en la garganta que precede a las lágrimas. Hay veces, bastantes veces, que a nosotros, a pesar de ser meros espectadores, ese nudo viene a visitarnos. Escuchar a una hermana hablar de juegos, de travesuras, de aventuras de la infancia, hace que vengan a tu mente esos momentos tan especiales que ya no volverán. Por un momento, creo que todos los presentes cerramos los ojos y nos vimos muchos años atrás. En un parque, en una playa, con un balón o una muñeca. Saltando del columpio, corriendo en busca de una toalla abrazando a de tus padres, evitando mirar ese cristal que tú no has roto o buscando el brazo de la muñeca que no sabes de que manera se ha desprendido. Y por un instante, por un breve instante, con los ojos todavía cerrados, sonreímos por dentro y lloramos por fuera. Es la nostalgia. Nos guste o no. Convive con casi todos, y no deja de visitar a casi nadie.
El amor es amor
El amor es amor. Entre dos personas sin importar su género. La boda a la que asistimos ayer fue un canto no sólo al amor, también fue un canto a la libertad de cada persona. El día salió lluvioso, no parecía Agosto. Pero no pudo ser mas cálido. Entre las personas que asistieron a la fiesta en el Hotel Muga de Beloso, todo era alegría y emoción. Hubo miles de abrazos, miles de besos, risas y lágrimas. En cada momento se palpaba que era un día muy especial. Angélica y Amaya mostraron que su amor es auténtico, es de verdad. Lo transmiten. Se siente. Se admira. No hay mas que observar como se miran, como se abrazan y besan. Amor auténtico. Amor de verdad. Amor.
El destino
El destino visitó Lodosa. Pueblo más que conocido, no sólo en Navarra. Los pimientos del piquillo de Lodosa son famosos en el mundo entero. Hasta allí nos desplazamos para rodar esta pequeña película cargada de recuerdo y sentimientos. La ilusión de ambos era proyectar este video el día de su boda en Chef Nino de Calahorra. Querían hacer participes a todos sus familiares y amigos de su historia. El tiempo que hace que se conocen. Las vicisitudes (que ganas tenía de introducir esta palabra) que ha llevado su relación, la atracción de prácticamente toda una vida. Su relación pasó por los altibajos habituales, por sus baches y por las cosas de la edad. Pero toda su historia parecía predestinada a encontrarse en el camino. Y así sucedió. El Cañón del Colorado fue testigo de una pedida de mano espectacular. Y hasta hoy. Ya son matrimonio, pero nunca olvidarán aquellos años. Y si por aquellas cosas del paso del tiempo, de la edad o cualquier otro motivo empezasen a olvidar, ahí tendrán esta película. Para recordarles que en lo suyo fue cosa del destino.