Mira que es bonito. O bonita si hablamos de ella como ciudad. Sin desmerecer a Iruña, claro. Hoy voy a hablaros de San Sebastián o Donostia. De la que mas rabia os dé. Total, ambas son la misma ciudad. Tampoco vamos a discutir. Precioso lugar lleno sobre todo de guipuzcoanos/as. Hay un montón. Gente cercana, amable, orgullosa de pertenecer a la Bella Easo. Conocida fábrica de magdalenas la que tienen. Amaia Atenea es donostiarra de pro. Tiene esa forma de ser tan característica de los donostiarras. Amable, dulce, acogedora y sonriente. Es deportista y médico. Ella y toda su familia son gente encantadora. Lo digo con conocimiento de causa. No es peloteo. Amantes de sus costumbres y tradiciones. Seguidores de la Real Sociedad. Tienen una ciudad preciosa. Un playa y unas vistas increíbles. Una parte vieja y unos pintxos espectaculares. Poseen un equipo que he admirado desde que Arconada chocó conmigo los cinco en aquel encuentro en Atocha. Todavía me duele la muñeca. Estaba fuerte Arconada.
Donostia tiene aquarium, Igeldo, el Hotel María Cristina y tamborrada. También puerto, islas que visitar, el monte Urgull, el Kursaal y hasta un festival de cine. Hay tanto que ver en Donostia. Lo cierto es que lo tienen todo… o casi. Les faltan cosas también. Que no es cuestión de que se les suba el pavo. No tienen Plaza del Castillo ni calle Estafeta. No tienen río Arga, con sus castores y piraguas ni portal de Francia. No hay Ciudadela, ni Taconera. Tampoco Sanfermines con sus peñas, encierros, gigantes y dianas. Y mucho menos un equipo de futbol que vista de rojo. Otra cosa que no tienen, y voy a tirar de un estereotipo, son setas. Lo siento. Tenía que decirlo. Y que no me vengan con lo de miccionar en la playa. Esa es una leyenda urbana. Un navarro, si necesita evacuar lo hace en el mar. No en la playa.
Unos tienen sus cosas, otros tenemos otras. Pero ambos lugares comparten algo en común. La afinidad. El aprecio de los unos por los otros. Con sus bromas y chistes como debe de ser. Pero buen rollo ante todo. Y desde este sábado hay algo mas que nos une. Amaia se dio cuenta de que a Donostia no solo le faltaba todo lo anteriormente mencionado. También le faltaba un tío como Iñaki. Un navarrico de pro. Un señor. Entrañable, simpático y buena persona. Buena gente. Iñaki y su familia. Seguro que allí alguno habrá que cumpla estos requisitos. No lo dudo. Pero Amaia no lo encontró. Así que encontró a Iñaki. Y se casó con él. El sábado pasado. En el Hotel Gudamendi. Un sitio para conocer. Unas vistas para disfrutar y unas chuletas im-pre-sio-nan-tes para degustar. Eso si. En el menú, setas no vimos ni una. A ver si va a resultar que no se las llevan. ¿Quien se las las lleva entonces? ¿Los vizcaínos?
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Descanso

Descanso. Bien merecido. Nos lo habíamos ganado. Llegaba el mes de noviembre y la temporada de bodas tocaba a su fin. Nuestras conversaciones giraban en torno a nuestros planes de futuro mas inmediato. Los planes giraban en torno al descanso. Unos días de vacaciones. Paseos mañaneros. Cafés a diestro y siniestro. Permanecer horas y horas rascándonos la barriga, no el uno al otro, no llegamos a ese nivel de confianza. Rascarnos cada uno nuestra barriga. Que gozada iban a ser estos meses de enero, febrero… Tiempo para organizar el nuevo año con calma. Sin prisas. Sin dejar de rascarnos la barriga. A lo sumo, una mano en la barriga y la otra en el teclado. Sin forzar. Era cerrar los ojos y verme yendo todas la mañanas con mi perro al monte. O veía a Gorka animándose a venir a pasear con Bost y conmigo al monte. Pero tampoco pidamos peras al olmo. De momento, de mi sueño solo se ha cumplido la primera parte. A Gorka le ha dado mas por la bici y la natación, que tampoco está mal. En nuestra idea de tranquilidad entraban temáticas tan variadas como el bricolaje, la carpintería, la pintura o el punto de cruz. Había tiempo para todo. Masajes, viajes, cenas, cine o lectura. Unos días de ensueño, para que engañarnos. Enero, febrero… meses para nosotros. Este sábado, primera boda de 2017. ¡Viva el descanso!
Lazos
Los lazos que te unen a un lugar son vínculos indisolubles. La tierra te llama. Puedes nacer a miles de kilómetros de distancia. Da igual. Esos lazos están ahí. Son invisibles pero se sienten. Se llevan muy adentro. Eso si, saltan a la superficie cuando nadie les llama. Al cerrar los ojos y recordar tu infancia. Cuando te cruzas con alguien por la calle y su colonia, esa colonia, huele a momentos que pasaron pero que nunca se fueron. Los recuerdos huelen. Huelen al café de las mañanas en aquella casa que ahora recuerdas de una manera tal vez idealizada. Huelen a mar. A montañas. Huelen a juegos de niños, a juguetes, a parques y a caramelos. Esos recuerdos conforman los lazos. Los lazos que llamaron a Oyana cuando decidió que si, que se casaba con Vic. Esos mismos lazos les trajeron a Donostia, a su tierra, a sus recuerdos, a sus antepasados. El hotel María Cristina, la Basílica de Santa María del Coro o el Restaurante Mirador de Ulia crearon nuevos lazos de unión. Unión de familiares y amigos de distancias tan alejadas entre si como son Liverpool y Donostia. Miles de kilómetros unidos por un pequeño gran lazo. En este caso el lazo del amor. Si, el final ha quedado un poco cursi. Pero no por ello es menos cierto.
Wedding
Ayer, boda. Mejor dicho, yesterday, wedding. Ya desde el punto de la mañana comprobamos que iba a ser una boda diferente. Para empezar porque estábamos en Donostia, tal vez, digo tal vez, la ciudad más bonita del mundo. Más bonita y más cara. Pero este es otro tema. Segundo dato que reafirmaba nuestras sospechas. Los novios, Oyana y Vic eran ingleses. Y sus familiares y amigos, casi todos, también. Tercer dato: La novia se aloja en el Hotel María Cristina. Un hotel de película. Especialmente emocionante fue cuando al llegar, en la recepción nos preguntaron si éramos Pixelart. ¡Nos conocían! ¡En el Hotel María Cristina! Casi lloramos. Más tarde la novia nos comentó que dejó nuestro nombre en recepción. Casi lloramos de nuevo pero esta vez con la decepción. Allí empezó un día genial. Con personas geniales y en lugares geniales. Para muestra un botón. El restaurante Mirador de Ulía. Asomarte a su cristalera era un auténtico espectáculo. Con un calor, eso si, que de genial no tenía nada, fueron pasando la horas. Hasta que llego el momento de mostrar nuestro trabajo. Al parecer, les gustó. Y nosotros, más que satisfechos, de vuelta a casa. Eso si. Me quedó una pequeña decepción. A las cinco o´clock, no hubo té. Hubo unos solomillos tremendos, pero té, por ninguna parte. Bueno, no para todos, para nosotros a esa hora hubo café. A las five o´clock.
II Desfile Bodega Otazu -Isabel Zapardiez-
Este viernes asistimos al II desfile de vestidos de novia en Bodega Otazu. La diseñadora Isabel Zapardiez se encargo de los diseños que pasearon entre las barricas de la bodega. Y nosotros intentamos desfilar también, pero sinceramente, se nos da mejor estar detrás de las cámaras…