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La temporada seca de las bodas

Me pasa mucho que la temporada seca – así denomino yo a los meses en los que no hay bodas – se termina pareciendo demasiado a un desierto. Quiero decir, que está muy bien descansar, hacer un maratón de Juego de Tronos, repasar la Biblia – para que el párroco de la Iglesia de San Fermín no me pille desprevenido -, hacer puzzles con mi hija, comerme unos «pocos» garroticos de la Beatriz, tomar el sol en diciembre… Bla, bla, bla.

Sí, sé que está feo quejarse pero es que tengo unas ansias locas por empezar a disparar cada finde semana a unos novios molones. Digamos que es como subirse, durante unos meses, a la montaña rusa más grande del mundo y dejarse llevar por su estado emocional.

Soy adicto a las historias y a día de hoy, creo que una boda es el lugar idóneo para consumir un montón de ellas. La preboda, la barbería, la peluquería, los nervios dilatándose en las pupilas, el maquillaje, el nudo de la corbata, los padres mordiéndose las uñas, el tiempo batiendo records, el chófer más tenso que el bigote de Dalí, los sí quieros, la música emocionando, las sorpresas, el primer baile… Ya vale, que me entran mariposas desbocadas y a ver cómo duermo yo esta noche.

En fin, que ya estoy preparado, como Clint Eastwood en un duelo del oeste, para disparar a todo aquello que me grite: Érase una vez…

Distancia.

El tema de la distancia es un tema recurrente. Son muchas las parejas que la (sobre) viven. Todos los años conocemos historias que nos hablan de la dificultad de superar esta dura prueba. Miri y Thorsten. Se conocieron, como tantas parejas, en aquellos años de Erasmus por el mundo. En Finlandia. Todo era  maravilloso. Hasta que llegó ella. La distancia. Una invitada incomoda. Con ella el tiempo no pasa, todo es más triste y aburrido. Por más que quieres que se marche hay días que parece que ha venido para quedarse. Si, de vez en cuando, se va unos días, te da una tregua, pero regresa. Buscas formas de deshacerte de ella. Hasta que un día te armas de valor. Decides enfrentarte. Haces todo lo posible para que se vaya. La distancia te pone dificultades. Pero no es imbatible. Caes en la cuenta de que tus sentimientos son mucho mas fuertes. Te rebelas, huyes de su tristeza. Encuentras maneras de que cada vez sea mas pequeña, que se debilite y que finalmente desaparezca. Ese día es el mas feliz de tu vida. Esa invitada pasa a ser historia. Con el tiempo, una simple anécdota.

Restaurant: Palacio Villahermosa

Vestido: Isabel Zapardiez

 

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Yes!!!

Yes. O lo que es lo mismo, si, bai, oui, da o 是. Esto último espero que esté bien escrito. Voy a ser sincero. Lo he copiado y pegado. Ante todo valiente. Con la verdad por delante.

El título del post es un guiño a James. El ya marido de Marta. Un muchacho fantástico. Alegre, vital, optimista por naturaleza y que transmite felicidad, positivismo y mucha, mucha simpatía. En el lado de enfrente pero no enfrentada, Marta. La podría describir como la chica de la sonrisa permanente.  ¿Es posible conocer a una persona que siempre sonríe? Desde Pixelart podemos confirmar que efectivamente, es posible. Se llama Marta. Y es de Zizur. Una pareja que comenzó de una forma peculiar. Los unió un chicle de melón. Uno o varios. Según quien cuente la versión. A veces en esta vida suceden cosas que te hacen recapacitar. Un día sales de casa pensando en chicles y vuelves pensando en un chico. Ambos comienzan por «chi», curioso. Ese día, en la tienda de chuches, mientras James comía un Magnum almendrado pasó algo. Pasó eso que sucede a veces, que cruzas una mirada fugaz y ya no te la puedes quitar de la cabeza. Dias después una piscina fue testigo de que la cosa no iba a quedar ahí. James, todo un galán, conquistó a Marta con todos los piropos que es capaz de encontrar un chico de quince años. A decir verdad, yo con esa edad no hubiese sido capaz ni de abrir la boca, pero James, la abrió y por lo visto, triunfó. Los años han demostrado que lo sucedido aquel verano no era un amor estival de la adolescencia. Era algo mucho más serio, más importante, más bonito. Era el amor de su vida. Aquel día se gestó lo que es esta pareja hoy en día. Una pareja que se quiere, que lo transmiten y se percibe. Y llegó la boda. Se dijeron Yes en un marco tan espectacular y especial como son las Bodegas Otazu. Y es que James y Marta son una pareja a la que todo el mundo quiere, y que partiendo de nuestra experiencia, se han ganado ese cariño con creces. Mira que puede dar juego un chicle de melón.2

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La furgo-fiesta

Prefiero llamarle furgo-fiesta. También le podríamos llamar la volksjuerga, la fragoparty o incluso la furgoneta fantástica. El caso es que era eso. Una furgoneta. Una de esas tan chulas que tenemos tan idealizada. Hay quien las relaciona con el mundo hippie, otros las relacionarán con el surf, y otros, quizás los menos, entre los que me encuentro yo, las relacionamos con Scooby Doo. Pero a lo que iba. Emma y Alejandro se casaron en la imponente catedral de Santa María de Pamplona. Edificio gótico que data de los siglos XIV y XV aproximadamente, si bien la fachada se creo en el siglo VXIII. Ahí os dejamos el dato para que conste que tenemos estudios.
Una vez concluida la ceremonia una sorpresa le esperaba a la pareja a la entrada del atrio. Una Kombi de Volkswagen, modelo creado en Alemania en el año 1950 (la exhibición de datos y fechas de este post sigue siendo memorable). Este modelo originariamente no traía de serie neveras, bebidas ni unas etapas imponentes. Pero este modelo en concreto, el que apareció al final de la calle Curia incorporaba todos estos elementos y más. Entre los extras se encontraban muchas ganas de fiesta, unos grandes amigos y un iPhone que podemos confirmar que data del siglo XXI. Inolvidable el trayecto desde la parte vieja de Pamplona hasta la Bodega Otazu. La música a todo trapo advertía a todos los viandantes que en ese vehículo viajaba la fiesta. Viajaba la alegría. Viajaba una boda. Una boda del siglo XXI. Si Ventura Rodríguez levantara la cabeza…¿Que quien es Ventura Rodríguez?, ¿Empiezo?

La reina de la fiesta

La reina de la fiesta. En este caso, Nerea es la novia y es la reina de la fiesta. Es un dicho que, a su vez se convierte en un hecho. La novia. El centro de todas las miradas. Observada de arriba a abajo desde que baja del coche. Los ojos de todos y todas se posan en ella. No dejan de mirarla en todo el día. Se observa con lupa cada movimiento, se analiza cada gesto y se comenta cada mirada. El vestido es objeto de críticas mudas, a veces susurradas. El peinado pasa por un exhaustivo y exigente casting. El maquillaje es el destino de más de una mirada. La novia pasa un examen, un riguroso examen. Y siempre aprueba porque es ella, es la novia. Es la reina de la fiesta. Viendo esta fotografía, nadie dudará de lo que estamos contando. Es Nerea en el Hotel Iruña Park de Pamplona. Todo el mundo alrededor de ella, de Nerea, de la novia. Y si, en las bodas también hay un novio, pero esa es otra historia.