Nora cumplió un año. Sus aitas montaron una fiesta por todo lo alto para celebrarlo. Chuches, merendola, regalos y algo que nunca puede faltar en una celebración de este tipo. La tarta. Una tarta de chocolate que logró despistarnos de nuestro trabajo durante unos instantes. Nosotros, ante todo profesionales, mantuvimos la compostura y no la probamos. Y mira que la abuela de Nora insistió en darnos un pedacito. Pero no, nosotros aparte de grandes profesionales, somos tercos como mulas y dijimos que «no». Un «no» con la boca pequeña pero un «no» al fin y al cabo. Tras la tarta, los regalos y con ellos la cara de sorpresa de Nora. Un regalo tras otro y miradas cómplices de los adultos. Mientras Nora se dedicaba a romper papeles, encontrando auténticas maravillas dentro de cada envoltorio, nosotros nos dedicábamos grabar cada situación. Sin perder de vista la tarta, eso si. Pero aguantamos el tirón. Nos fuimos sin probar la tarta. Ante todo profesionales. Eso si, antes de llegar a la oficina, paramos en una pastelería de Arrasate…..