Felicidad. Me quedo con esa palabra. Ahora viene cuando se dice lo de «Del latín…». Pero como no se latín, ajo y agua. Felicidad real. Y subrayo lo de real. No me refiero a que Felipe esté contento. O tampoco a los Reyes Magos. Estos muy «happys» no deben estar. En tiempos de Amazon tener que andar repartiendo ellos, a su edad, los juguetes casa por casa debe quemar un poco. Además en camello, que cómodo, lo que se dice cómodo, no es.
Redireccionemos la historia que esto se me va de las manos. Felicidad. Estado de ánimo que te hace enseñar tu dentadura constantemente. Y si la tienes bonita, perfecto. Ahora, si no la tienes bien, pues es un problema. Y si tienes un problema ya no tendrás felicidad. La tendrá tu dentista.
Vuelvo a recapitular. La palabra felicidad se puede definir con dos nombres: Eloy y Silvia. Hay veces que ves una felicidad posada. Otras forzada. Pero esta no. Esta era de verdad. Auténtica. Mirabas a Silvia un segundo y veías felicidad. Feliz. Guapa también. Un montón de montones. Mucho. Pero feliz. Eloy lo mismo. Y un cachondo. Que tío más majo. Vale, si. Y guapo también.
Tienen motivos para ser felices. Su relación, sus amigos, sus familias. Vaya familias. No se puede ser más atento, más cariñoso y más amable. Nos conquistaron.
¡Ah! Antes de concluir. A todo el personal de Venta de Larrión. Un millón de gracias desde Pixelart Creativos. Un 11 sobre 10 en nuestro top de trato y amabilidad.
En fin. Qué suerte tienen Eloy y Silvia. No sólo llevan la felicidad puesta. También la transmiten y la contagian. Ellos son felicidad, del latín Silvia y Eloy.