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Boda en Zuasti. Sí, quiero. Aquí. Contigo. Siempre.

Boda en Zuasti

Mertxe & Jesús

Hacer tu boda en Zuasti es vivir tu día B en un cuento donde sólo falta ver a las ardillas y a los gnomos correteando por la ceremonia. En serio, qué maravilla.

Además, no llovió. Las cigarras cantaban dichosas cuando Mertxe y Jesús entraron para prometerse un «Sí, quiero» eterno. Hubo lágrimas contenidas, emociones a raudales, abrazos que aún no han muerto, carcajadas espontáneas y mucho amor.

Allí, perdidos en el palacio de Zuasti, nos trasladamos a otro mundo en el que no existían las prisas, el estrés ni otra orden que no fuera la de bailar, comer, reír y beber.

Últimamente he descubierto, como fiel observador en estos eventos, que en las bodas, además de vivir a lo grande, se recuerda mucho. La nostalgia explota, como el confeti del ¡Vivan los novios!,  cuando se juntan personas bonitas que se conocen casi desde que comenzaron a andar.

Así es como descubrí, mientras Mertxe y sus amigas se preparaban para el gran día entre risas, champán y confesiones, que a Mertxe y a sus amigas, mi madre les daba de comer cuando de pequeñas iban a la Ikastola. Mi progenitora les alimentó y ahora yo las retrato, qué secretos más curiosos e inesperados guarda el tiempo, oye.

Ojalá todas las bodas que me quedan por retratar estén llenas de historias nuevas, de nostalgia y de amor del bueno, del que nunca caduca.

 

 

Felicidad


Felicidad. Me quedo con esa palabra. Ahora viene cuando se dice lo de «Del latín…». Pero como no se latín, ajo y agua. Felicidad real. Y subrayo lo de real. No me refiero a que Felipe esté contento. O tampoco a los Reyes Magos. Estos muy «happys» no deben estar. En tiempos de Amazon tener que andar repartiendo ellos, a su edad, los juguetes casa por casa debe quemar un poco. Además en camello, que cómodo, lo que se dice cómodo, no es.
Redireccionemos la historia que esto se me va de las manos. Felicidad. Estado de ánimo que te hace enseñar tu dentadura constantemente. Y si la tienes bonita, perfecto. Ahora, si no la tienes bien, pues es un problema. Y si tienes un problema ya no tendrás felicidad. La tendrá tu dentista.
Vuelvo a recapitular. La palabra felicidad se puede definir con dos nombres: Eloy y Silvia. Hay veces que ves una felicidad posada. Otras forzada. Pero esta no. Esta era de verdad. Auténtica. Mirabas a Silvia un segundo y veías felicidad. Feliz. Guapa también. Un montón de montones. Mucho. Pero feliz. Eloy lo mismo. Y un cachondo. Que tío más majo. Vale, si. Y guapo también.
Tienen motivos para ser felices. Su relación, sus amigos, sus familias. Vaya familias. No se puede ser más atento, más cariñoso y más amable. Nos conquistaron.
¡Ah! Antes de concluir. A todo el personal de Venta de Larrión. Un millón de gracias desde Pixelart Creativos. Un 11 sobre 10 en nuestro top de trato y amabilidad.
En fin. Qué suerte tienen Eloy y Silvia. No sólo llevan la felicidad puesta. También la transmiten y la contagian. Ellos son felicidad, del latín Silvia y Eloy.

Donostia

Mira que es bonito. O bonita si hablamos de ella como ciudad. Sin desmerecer a Iruña, claro. Hoy voy a hablaros de San Sebastián o Donostia. De la que mas rabia os dé. Total, ambas son la misma ciudad. Tampoco vamos a discutir. Precioso lugar lleno sobre todo de guipuzcoanos/as. Hay un montón. Gente cercana, amable, orgullosa de pertenecer a la Bella Easo. Conocida fábrica de magdalenas la que tienen. Amaia Atenea es donostiarra de pro. Tiene esa forma de ser tan característica de los donostiarras. Amable, dulce, acogedora y sonriente. Es deportista y médico. Ella y toda su familia son gente encantadora. Lo digo con conocimiento de causa. No es peloteo. Amantes de sus costumbres y tradiciones. Seguidores de la Real Sociedad. Tienen una ciudad preciosa. Un playa y unas vistas increíbles. Una parte vieja y unos pintxos espectaculares. Poseen un equipo que he admirado desde que Arconada chocó conmigo los cinco en aquel encuentro en Atocha. Todavía me duele la muñeca. Estaba fuerte Arconada.
Donostia tiene aquarium, Igeldo, el Hotel María Cristina y tamborrada. También puerto, islas que visitar, el monte Urgull, el Kursaal y hasta un festival de cine. Hay tanto que ver en Donostia. Lo cierto es que lo tienen todo… o casi. Les faltan cosas también. Que no es cuestión de que se les suba el pavo. No tienen Plaza del Castillo ni calle Estafeta. No tienen río Arga, con sus castores y piraguas ni portal de Francia. No hay Ciudadela, ni Taconera. Tampoco Sanfermines con sus peñas, encierros, gigantes y dianas. Y mucho menos un equipo de futbol que vista de rojo. Otra cosa que no tienen, y voy a tirar de un estereotipo, son setas. Lo siento. Tenía que decirlo. Y que no me vengan con lo de miccionar en la playa. Esa es una leyenda urbana. Un navarro, si necesita evacuar lo hace en el mar. No en la playa.
Unos tienen sus cosas, otros tenemos otras. Pero ambos lugares comparten algo en común. La afinidad. El aprecio de los unos por los otros. Con sus bromas y chistes como debe de ser. Pero buen rollo ante todo. Y desde este sábado hay algo mas que nos une. Amaia se dio cuenta de que a Donostia no solo le faltaba todo lo anteriormente mencionado. También le faltaba un tío como Iñaki. Un navarrico de pro. Un señor. Entrañable, simpático y buena persona. Buena gente. Iñaki y su familia. Seguro que allí alguno habrá que cumpla estos requisitos. No lo dudo. Pero Amaia no lo encontró. Así que encontró a Iñaki. Y se casó con él. El sábado pasado. En el Hotel Gudamendi. Un sitio para conocer. Unas vistas para disfrutar y unas chuletas im-pre-sio-nan-tes para degustar. Eso si. En el menú, setas no vimos ni una. A ver si va a resultar que no se las llevan. ¿Quien se las las lleva entonces? ¿Los vizcaínos?

Caloret

– ¿Lucía?
– Si, soy yo.
– Hola. Te llamo de Pixelart. Salimos hacia Valencia. En seis horas estamos allí.
– ¡Perfecto!
– Oye, ¿que tiempo nos vamos a encontrar cuando lleguemos?
– Caloret, mucha caloret.

Y vaya si la hubo. Ese calor húmedo que te suelta una bofetada nada mas bajar del coche. Pero Pablo, previsor él, se llevó una chaquetica por si refrescaba. El cachondeo posterior de Gorka, Remys Door y mío, os lo podéis imaginar. Pero Pablo, en sus trece. Si dice que lleva chaquetica anti refresco, la lleva. A pesar del aviso de caloret máximo. La pobre chaquetica nos miraba con los ojos vidriosos, suplicando en voz baja y susurrante que no, que no quería ir. Pero fue. Así que la bofetada de calor al llegar nos la llevamos los cinco.
Valencia nos recibió con sol, pero nos tenía preparada una sorpresa. Justo en el momento de empezar a trabajar se levantó una brisa maravillosa. La terraza de la fiesta previa era un oasis. Una gozada. Pablo nos miraba satisfecho. Su chaqueta a lo mejor…
Pero no, al dia siguiente el Astro Rey volvió con mas fuerza si cabe. El equipo Pixelart sudando desde que abrimos los ojos. La chaquetica de Pablo, indignada y con razón. Decía que no debía estar allí. Pero tocaba trabajar. Y mucho. Boda en la playa. Nuestras expectativas, altísimas. Y se cumplieron. Conforme se acercó el momento de la ceremonia, el calor comenzó a suavizarse. La arrocería L`Estibador lo tenía todo preparado. Por cierto, amabilísimos con nosotros. El entorno, espectacular.
Atardecer, brisa, playa…. ¿Qué mas se puede pedir?. Lucía y César se casaron frente al mar. La verdad es que tiene su aquel.
Una vez concluida la ceremonia, llega el estrés, hay que editar. Te sacan una hamburguesa maravillosa que sólo puedes admirar. No tienes tiempo para darle un bocado. Supongo que tu salud lo agradecerá. Tu salud y tu portátil. Una macha de grasa no la recibe con gusto. Pues eso. Editar a toda pastilla hasta el momento de la proyección. Llegas a tiempo y te sientes bien. Si encima te aplauden, te sientes mejor. Y si te recalientan un poco la hamburguesa y te la comes, ya es el no va mas.
Así terminamos. Satisfechos. Sentados en la playa arreglando el mundo. Felices y contentos. Todos menos la chaquetica de Pablo. Se cogió el autobús de las siete viendo que no pintaba nada. Ya en el autobús lamentó no haberse cogido una chaquetica para ella. el aire acondicionado estaba tan fuerte…

Chris Martin en mi boda.


Abro youtube. Pincho en el buscador. Tecleo “The dressmaker soundtrack”. Ahí está. Ya suena. Espero a que llegue el minuto de la nostalgia. 2´25” de tema exactamente. Es empezar a escuchar y concentrarme. La importancia de la música. A mi en particular este estilo es el que me llena, a «otras» les llena “Supersubmarina” y similares. Hay quien se emociona con Los Panchos, quien baila con Shakira o quien llora con Álex Ubago. Por cierto, ¿todavía canta este muchacho? Viendo como eran todas sus canciones, estará llorando por algún rincón. Que manera de sufrir la de este chico. No había momento feliz en sus canciones.
Pero bueno, que me desvío del tema. Para gustos los colores. En la boda del sábado pasado el gusto estaba claro. Edu y Amaia tenían una clara preferencia por Cold Play. Toda su relación ha girado en torno al grupo de Chris Martin. Que tampoco sabemos si el grupo es suyo. Habría que preguntar al resto de la banda para saber que opinan. El de Álex Ubago estaba claro que era suyo. Por el nombre mas que nada. Aunque lo del nombre no siempre aclara las cosas. ¿De quien es “ La oreja de Van Gogh”? Ahí os he dejado pillados.
Cold Play. Grupo de nivel mundial. ¿Serán Chris Martin y cía. conscientes de lo que logran influir en personas de todo el mundo? ¿Sentiría algo este señor si supiese que Edu y Amaia escogieron sus temas para pedirse matrimonio, para la ceremonia en la Capilla de San Fermín, para el banquete, regalos y baile nupcial? Todo fue Cold Play el pasado sábado. Incluso la batucada que intervino en el aperitivo en el Hotel Tres Reyes versionó a este grupo.
Nunca sabremos (o tal vez si) si Chris Martin tuvo un hormigueo en el estómago el sábado pasado. O si le pitaron los oídos. Pero si sabemos que Cold Play es la banda sonora de la película de la boda y la vida de Edu y Amaia.
Y bueno, también sabemos que a Álex Ubago, el sábado al menos, no le pitaron los oídos. Al menos, no por esta boda. Y que conste que no tengo nada contra este cantante, que tengo un disco suyo. Original ¿eh?