Siempre hace ilusión trabajar en una boda diferente. Una boda medieval. Tengo que reconocer que cuando Sergio y Nerea me comentaron la idea hace casi un año, me vinieron a la mente imágenes desde «Braveheart» a «Robin Hood», pasando por «Ivanhoe», «Robin y Maryam», «Excalibur» o «Los Caballeros de la Mesa Cuadrada». Me imágine castillos, capas y coronas, arcos y flechas, espadas y música. Mucha música. Todo esto se hizo realidad este pasado sábado. El Parador de Olite fue testigo de esta celebración a la sombre del castillo. Sombra muy demanda por cierto. El sol se comportó de manera ejemplar.
Sergio y Nerea se prometieron amor eterno encendiendo una vela, una vela que será símbolo de su uníon, una llama que debe mantenerse viva a pesar de los vientos y tempestades que la vida traerá para apagarla. Una vida que prometieron compartir delante de amigos y familiares. Y con nosotros de testigos. Nosotros y el castillo. Testigo mudo pero testigo al fin y al cabo.
La fiesta contó también con una invitada muy especial, una bailarina de danza del vientre, que se empeñó y consiguió hacer bailar a Sergio, aunque lo de bailar es muy discutible. Pero lo intentó, lo disfrutó e hizo disfrutar a todos los invitados.
La madera de actor de Sergio salió a relucir, enfrentándose a un público, seamos sinceros, entregado desde el principio. A punto estuve yo de arrancarme también, pero supuse que el sonido de mis caderas al crujir podría resultar molesto para los invitados. Pero a la próxima oportunidad me lanzo.