Boda en las Bodegas de Otazu

En las Bodegas de Otazu se para el tiempo. ¿No os ha pasado nunca que llegáis a un lugar y una parte de vosotros no quiere marcharse nunca? Quizás por eso Cristina y Javier decidieron celebrar su boda en las Bodegas de Otazu. Pero antes de sonreír y festejar, se dieron el «Sí quiero» en el Monasterio de Irantzu. Todo fue muy elegante, sencillo y tremendamente bonito. Como ellos.

Es curioso, cada persona se describe tremendamente bien en actos cotidianos que nada tienen de extraordinarios. Se sabe lo paciente que es alguien, observándole conducir, lo sociable por la manera en la que le habla al camarero, su agilidad, por cómo camina, su carácter por cómo reacciona ante los reveses de la vida. Todo tiene una razón de ser y como bien dice Maruja Torres en uno de sus libros: «Nada es lo que parece y todo es mucho más de lo que parece«.

Muchas veces nos dejamos llevar por el primer impacto y nos olvidamos de olfatear más allá y encontrar la razón de ser. Por ejemplo, si os paráis a ver cómo luce Cristina su vestido por las Bodegas de Otazu en las fotos de boda, la mayoría pensaremos «qué preciosa va con ese vestido tan increíble», pero pocos seríamos los que investigando, nos enteraríamos de que ese vestido lo ha confeccionado la propia novia con la ayuda de Valenzuela Atelier. Ocho meses les ha llevado crear esta obra de arte.

El amor debería ser como confeccionar un vestido: buscar la tela que mejor se adecúe al tacto de tu piel y a tu cuerpo, evitar que se arrugue, mimarla y guardarla allá donde las humedades no lleguen. Luego, trazar un plan que contenga todos los pros y contras posibles de trabajar con esa tela. Definir la estrategia y empezar a cortar. Todo con amor. Incluso cuando se mete la aguja y se desgarra la tela, que se haga con amor. Y después de muchas puntadas de hilos y botones, todo coge forma y donde sólo veíamos un trozo de tela maltrecha, ahora existe una verdadera historia de amor.

Ojalá aprendamos a coser tan bonito como lo hicieron Cristina y Javier al decirse que sí. Para siempre.