Boda pasada por agua
Gorka y Aitor no lo sabían. Y yo aún albergaba esperanzas de que lorenzo fuese a aparecer en algún momento. Pero no. Todos ignorábamos que, el día tan especial de esta pareja, fuese a ser una boda pasada por agua. Secretamente, a mí como fotógrafo, me flipan los días nublados y si además contamos con que el equipo de las Bodegas de Otazu tenía todo controlado, (como grandes profesionales que son siempre tienen un plan a, b, c, d… Y así hasta la Z o hasta que llegue un tsunami en alguna de sus bodas) tan sólo debía preocuparme de disfrutar captando la manera tan bonita en la que Aitor y Gorka se miman.
Y así fue. Desde el primer momento que nos conocimos en la entrevista me transmitieron cierta ternura tímida. Ellos no van gritándole al mundo lo orgullosos que están de quererse, por la sencilla razón de que no lo necesitan. Si sus dedos se rozan, el mundo entero explota en confeti y cuando se miran, hasta el tiempo se gira para deleitarse.
Hay tantas maneras de quererse en esta vida que acotarlo todo a una no tiene ningún sentido. Hay amores fugaces que cuando te tocan, destrozan todo aquello sobre lo que te has asentado y tan pronto lo han conseguido, desaparecen. Otros que llegan como el chirimiri en verano, y te empapan entero sin que apenas te des cuenta. También he escuchado hablar de los amores cohete, que prenden tan rápido como se estrellan.
Yo sin duda alguna, me quedo con los que simplemente son reales, sin decoros ni grandes homenajes, los que te rozan y te erizan entero. Como el de Gorka y Aitor.
Ojalá todos los días nublados se os llenen de recuerdos repletos de pieles erizadas y confetis de mil colores.